Publicado, 8/12/2024
A dos años de la presidencia de Gustavo Petro, los resultados de su política estrella, la denominada "Paz Total", se revelan como un estrepitoso fracaso. La ambiciosa iniciativa de Petro, que pretendía negociar simultáneamente con diferentes grupos armados ilegales para alcanzar una paz integral, ha terminado por exacerbar la violencia en lugar de contenerla. Con cifras alarmantes y un contexto cada vez más sombrío, la realidad de Colombia hoy es más violenta y fragmentada que cuando Petro asumió el poder. El fracaso en números: El balance de la violencia Desde que asumió el cargo, Petro prometió una solución rápida y efectiva a la violencia que azota al país, asegurando que en solo tres meses podría resolver el conflicto con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Sin embargo, esa promesa no solo no se ha cumplido, sino que la situación ha empeorado dramáticamente. A julio de 2024, las estadísticas son escalofriantes: el secuestro ha aumentado un 70% y la extorsión un 29%, según reconoció el propio ministro de Defensa, Iván Velásquez. En el plano de la violencia letal, el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) reportó que, hasta abril de 2024, al menos 57 líderes sociales fueron asesinados y se registraron 21 masacres en diferentes regiones del país. Estas cifras no son solo números fríos, sino el reflejo de una realidad cada vez más desoladora y angustiante para las comunidades en los territorios más afectados por el conflicto. Imprevisión y falta de estrategia: factores que hace tambalear a la Paz Total La improvisación ha sido la marca distintiva de la Paz Total. Desde las visitas iniciales de Juan Fernando Petro, hermano del presidente, a narcotraficantes, paramilitares y guerrilleros en las cárceles del país durante la campaña electoral, hasta la actual desorganización en las mesas de negociación, la política de paz de Petro ha estado plagada de errores estratégicos y falta de claridad. Uno de los ejemplos más evidentes es el desorden en la negociación con el ELN. Aunque el 24 de mayo de 2024 el gobierno logró acordar un primer punto en la agenda de negociación en Caracas, Venezuela, lo cierto es que el ELN sigue fortaleciendo su capacidad militar y ejerciendo control territorial en vastas regiones del país. Mientras el gobierno evalúa la posibilidad de sacar a este grupo de la lista de Grupos Armados Organizados (GAO) y de la lista de "grupos terroristas", el ELN sigue secuestrando, extorsionando y reclutando menores, lo que evidencia la falta de un verdadero control del proceso por parte del Ejecutivo. La situación con las disidencias de las Farc, bajo el mando de alias “Iván Mordisco”, no es menos grave. Estas facciones no solo han intensificado su control territorial en departamentos como Cauca, Valle del Cauca y Nariño, sino que han desarrollado nuevas tácticas de combate, incluyendo el uso de drones para bombardear posiciones del Ejército y la Policía, una estrategia que las fuerzas militares colombianas aún no han podido contrarrestar. El ELN y el Clan del Golfo: Los grandes ganadores Mientras el gobierno de Petro insiste en mantener abiertas las negociaciones, grupos ilegales como el ELN y el Clan del Golfo han aprovechado la situación para ganar tiempo y fortalecerse militarmente. El Clan del Golfo, por ejemplo, ha expandido su presencia a 392 municipios, casi 140 más que en 2022, antes de la llegada de Petro al poder. Su poderío militar y control territorial se han incrementado significativamente, lo que pone en duda la verdadera voluntad de paz de estos grupos y la efectividad de cualquier negociación que se pueda llevar a cabo. Del mismo modo, el pasado abril, el gobierno incluso otorgó estatus político a la Segunda Marquetalia y al Estado Mayor Central (EMC), lo que ha generado una gran controversia. Este reconocimiento no solo es un premio para quienes incumplieron los acuerdos de paz anteriores, sino que sienta un peligroso precedente: ¿por qué negociar un sometimiento si pueden aspirar a un estatus político que les brinde mayores beneficios? Esta decisión ha sido criticada por analistas como Carlos Charry, quien señala que la Paz Total es un reflejo de la falta de realismo del gobierno Petro al enfrentar simultáneamente a diferentes grupos armados, con orígenes y liderazgos fragmentados. El futuro de la Paz Total: ¿Hay esperanza? A medida que el gobierno se adentra en la segunda mitad de su mandato, la pregunta que surge es si tiene sentido continuar con un proyecto que ha demostrado ser tan inoperante e ineficaz. La desconfianza de la sociedad civil en la capacidad del gobierno para manejar estas negociaciones se ha incrementado, lo que dificulta aún más cualquier intento de avanzar en los diálogos. La posibilidad de que el ELN esté esperando al próximo gobierno para negociar, como lo han hecho en el pasado, añade un elemento de incertidumbre que amenaza con perpetuar el conflicto. Los analistas coinciden en que la única opción viable sería que el gobierno revalúe su estrategia y enfoque sus esfuerzos en negociaciones que realmente puedan dar resultados efectivos, tal vez concentrándose en acuerdos con "grupos ilegales urbanos", como los del Valle de Aburrá en Antioquia o algunos grupos armados de Buenaventura. Sin embargo, el tiempo se agota y la paciencia de los colombianos también. La Paz Total, un espejismo que se desvanece La Paz Total de Petro se perfila sin duda alguna como el mayor fracaso de su administración. Lo que comenzó como una promesa ambiciosa de pacificación nacional se ha transformado en un proceso desordenado y caótico que ha permitido a los grupos armados ilegales fortalecerse y ampliar su control sobre el territorio. Mientras tanto, el país continúa sumido en la violencia, con una sociedad cada vez más desilusionada por las promesas incumplidas de paz y la improvisación con la que esta se ha planteado. El gobierno debe aceptar la realidad, la Paz Total, tal como se estructuró, no es viable. Es hora de replantear la estrategia y adoptar medidas que realmente puedan conducir a la paz y la estabilidad que Colombia tanto necesita. De lo contrario, el legado de Gustavo Petro será recordado no por la paz que prometió, sino por la guerra que no pudo detener y la ola de violencia que disparó.