Publicado, 3/24/2024
En mayo de 2021 cuando surgió el “Paro Nacional 21” o ya conocidos por muchos como “El Estallido” liderado por el mayor opositor político del momento que era el senador Gustavo Petro, el ex presidente Iván Duque se encontraba en el epicentro de la tormenta política y social. Desde la Casa de Nariño, el líder colombiano se enfrentaba a un escrutinio implacable, tanto en su política interna como en su estrategia de comunicación internacional. A través de una serie de entrevistas, declaraciones y pronunciamientos, Duque intentó navegar las aguas turbulentas de la crisis, pero sus esfuerzos fueron objeto de crítica y análisis. La controversia estalló con la difusión de una "autoentrevista" del presidente, realizada en inglés y distribuida en nueve cápsulas a través de diversas plataformas digitales. Si bien el propósito inicial de estas grabaciones era ofrecer la postura de Duque sobre la crisis social que atravesaba el país, pronto surgieron interrogantes sobre la efectividad y el alcance de este mensaje. En esta serie de vídeos, Duque adoptó un tono defensivo, culpando a la oposición y a supuestos actores externos de la agitación social. Desde la pandemia del COVID-19 hasta las protestas callejeras, el presidente trató de presentar su gestión como una respuesta adecuada a los desafíos del momento. Sin embargo, sus argumentos fueron recibidos con escepticismo, especialmente por parte de la comunidad internacional. El portal La Línea del Medio reveló detalles sobre la producción y difusión de estos vídeos, señalando la participación de Luigi Echeverri, exasesor de campaña de Duque, en su distribución. Además, se cuestionó la calidad gramatical y la autenticidad de las grabaciones, lo que generó aún más dudas sobre su origen y propósito. Por otro lado, una columna de opinión publicada a finales de mayo de 2021 arrojó luz sobre el posible destinatario de estos mensajes en inglés: Washington, D.C. En un intento por asegurar el apoyo político y económico de Estados Unidos, Duque buscaba presentar la situación en Colombia como una lucha contra el "castrochavismo" y el terrorismo, apelando al temor a una nueva Venezuela en la región. Sin embargo, esta estrategia encontró obstáculos en el escepticismo de la administración Biden y el descontento de algunos congresistas estadounidenses. La falta de comunicación entre la Casa de Nariño y Washington evidenció la fragilidad de las relaciones bilaterales, así como la incapacidad de Duque para influir en la política exterior de Estados Unidos. A nivel interno, la figura de Duque también fue objeto de escrutinio y crítica. Desde su ascenso a la presidencia, el mandatario había enfrentado desafíos constantes, desde protestas callejeras hasta cuestionamientos sobre su capacidad de liderazgo. La falta de experiencia y visión política de Duque lo convirtió en un "aprendiz a caudillo", incapaz de hacer frente a las demandas de un país en crisis. En pocas palabras, la "autoentrevista" de Iván Duque y su política de comunicación internacional reflejaron las debilidades y contradicciones de su liderazgo. A medida que Colombia enfrentaba una crisis política y social sin precedentes, el presidente se encontraba cada vez más aislado y cuestionado, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Su futuro político y el destino del país estaban en juego, mientras la opinión pública y la comunidad internacional observaban con atención sus movimientos y decisiones.